Caprica |
Rincón donde hablo sobre las cosas que me interesan: tecnología, ciencia, software libre, ciencia ficción, fantasía y frikadas varias. |
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De cómo me convertí en un cerebro "pegado" a un cuerpoCada uno tenemos nuestra historia personal con la lectura (a algunos les dura un suspiro, a otros para toda la vida), y quería hablaros de la mía de forma que entendáis como me he convertido sin querer en un "cerebro pegado a un cuerpo".Primero un poco de "background": yo era el hijo de los profesores, el que tocaba un instrumento musical (el violín para más coña), que tenía ordenador cuando casi nadie sabía usarlo, iba a clases de teatro y además vivía en un barrio residencial alejado del centro. Todos esos ingredientes son perfectos para que un pequeño niño se acabe convirtiendo en un lector frenético y afecte a su personalidad de muchas formas. A parte de mi paso por todos los libros juveniles de Alfaguara y demás, creo que tengo dos libros que me marcaron profundamente cuando era más joven: El señor de los anillos y 100 años de soledad. El primero fue mi primer comienzo como lector adulto , había pasado de leer libros juveniles hasta que sobre los 14 si no recuerdo mal cayó en mis manos la obra de Tolkien. Recuerdo perfectamente como en el primer intento lo dejé de lado, pero unos meses más tarde era el momento ideal y conseguí terminarmelo después de unas pocas semanas. Ahí se abrió mi adicción por las novelas de fantasía que al final me llevaría a aburrirme del género por un tiempo. A los pocos años, 16 si no me falla la memoria, yo buscaba cosas nuevas que leer y mi madre acertadamente me prestó 100 años de soledad. Ese sería mi segundo comienzo como lector adulto. La obra me marcó como ninguna otra, y desde entonces es uno de mis libros favoritos. Desde entonces mi experiencia lectora ha sido más o menos normal (si es que existe alguna normal), salpicada en mayor parte por ciencia ficción y fantasía: Saramago, Robert Jordan, Neal Stephenson, Kent Follet, Borges, George Orwell, Asimov, etc. Disfrutaba de la lectura y terminaba leyendo sobre los 25 libros al año. Pero a partir de hace más o menos un año la cosa cambió radicalmente. Terminé leyendo exclusivamente libros de no ficción de muy diversos temas como historia, ciencia, tecnología, economía, etc. Nunca me paré a analizar ese cambio, quizá mi único gusto por la lectura se había convertido en una búsqueda de información y almacenamiento, de la cuál desde mi punto de vista me ayudaría a comprender el mundo de forma mejor y por ende, a ser más feliz. Si no me hacía comprender un suceso físico/historico/psicológico/social no merecía la pena. El otro día paseaba por una librería intentando matar el tiempo, esperaba sorprenderme con algún nuevo libro para añadir a LaPila. Pasé por la sección de fantasía echando una mirada vaga a las nuevas publicaciones juveniles cuando me percaté de que allí estaba el último libro de la saga la rueda del tiempo, de Robert Jordan. Un breve inciso. La rueda del tiempo ha sido una de las mejores sagas que he leído de fantasía, tarde casi un año en leerme los 18 volúmenes de la edición española, son muchísimas horas que he dedicado a esta obra, y es difícil explicar el cariño que le tengo a todos los personajes y lo bien que me lo pasé durante ese tiempo. Cogí el libro de bolsillo que, como suele pasar con libros de tan bajo precio, no llaman mucho la atención y le eché una ojeada. Yo ya conocía que se había publicado el último número desde hacía tiempo, sabía de que iba, lo que me iba a encontrar y las muchas horas que me llevaría terminarmelo (son unas 800 páginas en inglés). En ese momento lo que pensé fue "No tengo tiempo para leerme esto, tengo muchas más cosas importantes que leer". Cuando seguí de largo me paré unos minutos, anonadado en mis pensamientos, en ese momento me di cuenta que lo más importante para mí sobre la lectura no era disfrutarla, sino aprovechar al máximo mi tiempo para amasar la mayor cantidad de conocimiento posible. Me había convertido en cierta manera en un ser que sólo usaba su cerebro (no he dicho que sea de forma correcta) y para nada sus sentimientos (suena exagerado, evidentemente tengo sentimientos, pero es lo que pensé en ese momento). Seguía disfrutando la lectura evidentemente, pero de forma diferente. Pensé también en lo que disfruté del último libro que me había leído, una novela de Benito Pérez Galdós que me prestó una buena amiga. Al final salí de esa librería con ese libro, conociéndome mejor a mi mismo y con el propósito de volver a disfrutar como joven de la lectura, solo disfrutar. 2008-12-22 01:33 | | 8 Comentarios | Enlace permanente
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