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El arte como fin en sí mismoEstoy leyendo Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, de Rüdiger Safranski, una maravillosa obra en la que el autor analiza los más importantes personajes del romanticismo y los elementos que formaron dicha corriente.En varios de los capítulos el autor analiza lo romántico de Wagner además de su relación con otras figuras de la época (principalmente Nitzsche). Para Wagner el arte de la época se había vendido al capitalimo, ya no se disfruta en la vida pública, sino que se vende como un mero producto. El arte había dejado de ser la fuerza creadora del hombre y de un fin en sí mismo. Para un romántico como él, el arte es la forma de espiritualidad que reemplaza la religión, y más concretamente, la fe católica tan presente en otras vertientes del romanticismo. Estas ideas anticapitalistas de Wagner son parte que le llevan al antisemistismo, culpando a los judíos del capitalismo que termina con el arte. Nitzsche al igual que Schopenhauer eran grandes admiradores de las obras de Wagner. Consideraban que la música es la máxima expresión del arte, y Wagner el autor más importante. La música es un lenguaje universal que transmite la fuerza del espíritu. Más adelante Nietzsche rompería con las ideas de Wagner, entre otros motivos, al vislumbrar en su obra un acercamiento a lo religioso. En el plano personal Wagner se convierte al cristianismo, lo que Nietzsche rechaza totalmente. Este es un extracto de El arte y la revolución de 1849 de Wagner. En él, el autor contrasta la cultura en la polis griega con la suya. En la antigua grecia "están reconciliados entre sí la sociedad y el individuo, el interés público y el privado, y por eso el arte era un verdadero asunto público": Este pueblo [...] confluía desde las reuniones estatales, desde el partido judicial, desde la región, desde los barcos, desde los campamentos militares, desde las regiones más lejanas, y llenaba el anfiteatro en número de treinta mil personas, para ver representada la más profunda de todas las tragedias, Prometeo, para congregarse ante la colosal obra de arte, comprenderse a sí mismo, comprender su propia actividad, fundirse con su esencia, con su gremio, con su Dios en la más íntima unidad, y así, en la más noble y profunda quietud, llegar a ser de nuevo lo que los participantes habían sido pocas horas antes en una excitación incansable y en la indivualidad más separada. Una pequeña reflexión del pasado para un problema actual. 2010-02-18 13:35 | | 2 Comentarios | Enlace permanente
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